Algunos investigadores se basan
en el enfoque etológico para explicar cómo y en qué momento se crea esa
intimidad especial entre madres e hijos.
Este enfoque afirma que la conducta está determinada biológicamente y
ligada a las bases evolutivas de los comportamientos. Se basa en la observación naturalista,
centrada en animales, y hace énfasis en que existen períodos críticos, o
sensitivos, para el desarrollo del comportamiento. En relación con estos estudios acerca del
comportamiento animal, el etólogo Konrad Lorenz (1957) caminó como los patos,
movió sus brazos a la manera de aquellos e imitó su voz, y logró que los patitos
recién nacidos lo siguieran como a la madre pata, y lo quisieran “como a una
madre”.
Los polluelos recién salidos del
cascarón siguen el primer objeto que vean moverse, sean o no de su propia
especie, y se encariñan con él cada vez más.
En general, el primer vínculo se establece con la madre, pero si se
altera el curso normal de los acontecimientos pueden establecer otros (a menudo
extraños, como el de Lorenz). Esta
conducta denominada impronta, es una forma instintiva de aprendizaje en que el
sistema nervioso de un organismo parece preparado para adquirir cierta
información en un período crítico en las primeras etapas de la vida
animal. Se dice que la impronta es
automática e irreversible. Lorenz
observó que si los polluelos no encontraban un objeto al cual seguir la
impronta ni ocurría. De la misma manera
se presentan ciertos rituales entre cabras y vacas después del parto. Si estos se detienen o se interrumpen, la
madre y el ternero no se reconocerán entre sí, lo cual puede ser catastrófico
para los terneros, que pueden presentar debilitamiento físico, desarrollo
anormal o morirse. Estos hallazgos
suscitan interrogantes para los seres humanos.